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01 febrero 2010

Destino

(Escrito el 26 de mayo del 2009)

Fue, quizá, el cambio que esperaba. Los fantasmas del pasado se habían esfumado y ahora solo quedaba la paz que resta al pasar la tormenta. Su piel, curtida en batallas perdidas, se había endurecido, pero su corazón seguía ardiente, latiendo con más fuerza que antes, deseoso por encontrar su hogar, aquel hogar que tiempo atrás había habitado... "Es hora de volver a casa", sintió dentro de sí. Sobre el horizonte se dibujaba una nueva aura, una leve luz tenue, vergonzosa y temblorosa que anunciaba, gritando en silencio, que un nuevo día iniciaba, demostrando así que nunca la oscuridad es eterna, sobre todo si hay esperanza.
El camino de regreso no era sencillo, pues la tormenta y el tiempo habían diluido los leves recuerdos que tenía de él. Sabía, con certeza, que no debía andar muy lejos, pues aun siendo lejanos los indicios que su mente le lanzaba, todavía sentía el calor de su hogar. A través de los vastos prados, su andar era pesado, aunque firme. La decisión de volver le daba suficiente ímpetu como para no dejar que las heridas retrasasen el momento de la llegada. Imaginaba a su madre, aquella mujer, ya anciana, que siempre miró por él y que le solía repetir el mismo consejo una y otra vez: “No tengas prisa por llegar a tu destino, pues siempre se presenta delante cuando menos lo esperas. Imagina un manzano. Cuando plantas su semilla, ésta necesita tiempo y buena tierra para que crezca. Por mucho que te empeñes en que salga y empiece a dar manzanas, siempre necesitará su tiempo para llegar a su destino. Tú puedes ayudarla, regándola con buena agua fresca del manantial para que crezca sano y fuerte y así te dé los mejores frutos que en su interior alberga. Así que, recuerda; procura darle a tu vida las mejores sensaciones y llénate de grandes vivencias, pues éstas serán tu agua y tu tierra para que tu destino dé sus mejores frutos.”

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