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28 julio 2009

La hipocresía sobre la infancia.

POST ALGO LARGO, PERO CREO QUE VALE LA PENA.

El domingo fue el cumpleaños del hijo menor de mi primo y estuve en su casa con mis padres haciéndoles una visita. Hacía como tres años largos que no los veía y al crio aún no lo había visto. La cuestión es que allí se juntaron algunos familiares más para celebrarlo. Entre otros temas, se habló de la noticia de esta niña de 13 años que fue violada entre cuatro o cinco chicos.

Me vais a permitir que no conozca mucho la noticia, pero es que hace tiempo que dejé de preocuparme de las noticias de sucesos en nuestro país debido a una falta de sentido lógico de lo que puede ser noticia importante o interesante y lo que no y, para mi, esta noticia, lejos de ser interesante, era predecible.

Alguno, seguramente, se estará echando las manos a la cabeza pensando vete tú a saber qué barbaridad sobre el que firma este artículo, pero voy a intentar explicar mis motivos para decir semejante afirmación.

Yo formo parte de la generación de los 80, aquellos que fueron los primeros en jugar a videojuegos y los últimos en jugar a las chapas o las canicas. Cuando yo era pequeño, un infante despreocupado, jugábamos en la calle, nos liábamos a pedradas los unos con los otros y no pasaba nada. Como mucho, nuestras madres nos ponían ese liquido rojo llamado mercromina y listos, a seguir corriendo. Nuestras meriendas se basaban, básicamente, en un bocata de chóped o mortadela y nuestro toque de queda se veía marcado por la luz de las farolas: en cuanto se encendiera la primera del barrio, había que estar en casa. Solíamos hacer cabañas, los que vivíamos en pueblos, para guardar nuestras revistas porno astutamente robadas del quiosco de la esquina y que no las vieran nuestras madres, aunque seguramente ahora habréis averiguado porqué siempre estaban sus páginas pegadas. Nuestra mayor preocupación era tener aquel cromo que casi nunca salía en los paquetes y que siempre, el niño más gilipollas de la clase, tenía repetido varias veces, con lo que teníamos que volver a repetir aquello de "tengui, falti" y "te lo cambio por dos y un phoskitos". Entonces no había obesidad infantil, si un niño era gordo, pues era gordo y ya está. No habían tantas envidias; cuando un niño conseguía tener la Master System o la NES (que la mayoría de veces era la NASA), nos juntábamos todos en su casa y rulábamos el mando. Incluso algunas veces quedábamos para ver El Equipo A, McGyver o V.

¿Qué ha pasado con todo esto? No tengo ni idea, pero los niños ya no juegan en las calles. Ahora quieren crecer lo antes posible. Y, ¿quién tiene la culpa de todo esto? Algunos "adultos" lo achacan a los videojuegos o al cine violento. Otros incluso se atreven a ir más allá y señalan con el dedo a Internet como el mayor de los culpables. Nada más lejos de la realidad. Han sido los propios padres los que han conseguido que la nueva generación, la generación Pley, haya salido con tantas taras de fabricación. Eso, unido a una nueva tendencia importada de USA de utilizar el miedo en las noticias para controlar al proletariado, nos da el resultado de la ecuación.

Los videojuegos en sí no son malos, pero si le compras un juego no recomendado a menores de 16 años y se lo pones a un niño de 8… Tampoco provocan obesidad, pero si lo tienes 4 horas cada tarde delante de la consola, con tres bollicaos y dos cocacolas, no esperes que el niño se mantenga hecho una sílfide. Pasa lo mismo con el cine, la lectura y demás. Si tenemos una asociación que se encarga de clasificar las películas y los videojuegos por edades ¿de qué sirve que luego el padre modernito de turno se lo pase por el forro?

Llegados a este punto, alguno me dirá que qué tiene que ver esto con lo de la niña de 13 años. Pues es evidente; todo. Lo primero que a mi se me pasa por la cabeza es ¿qué hacía una niña de 13 años, a las tres de la madrugada, por la calle? Yo no le veo ninguna lógica teniendo en cuenta que hacía ya varias horas que los Lunnis habían anunciado la hora de dormir. Para que a esa edad estuviera despierto a esa hora tenía que ser fin de año y tenía que estar celebrándolo en casa de algún familiar con mis padres y, aún así, solíamos tener ya bastante sueño.
¿Qué ha pasado en 10 años? ¿Tanto ha cambiado la sociedad que ahora vemos normal que los niños de esa edad anden sueltos por la calle? Yo no entenderé nunca que se luche por la defensa del menor, protegiéndoles de palabras malsonantes durante la tarde y luego se les plante delante de la consola u ordenador con un juego de guerra en las manos. Hay que protegerlos del ‘hijo de puta’ o ‘gilipollas’, pero luego los llevamos a ver la última de Vin Diesel o de Jackie Chan. Queremos que tengan una vida sana y, sin embargo, los llevamos tres veces por semana al McDonald’s. Y todavía seguimos sin entender que la educación se da en casa, y no en la escuela. Luego ponemos el grito en el cielo cuando un instituto, con cientos de chavales en plena efervescencia hormonal adolescente, intenta evitar marrones poniendo máquinas de condones en los lavabos. Hipócritas.

Han querido proteger tanto a los infantes de todo lo externo que han conseguido el efecto contrario. El rol es malo porque hubo un chico de 17 años que mató a un señor en una parada de autobús alegando que estaba jugando a un juego de rol, aunque su enfermedad mental quizá no tuvo nada que ver. En el mismo saco metemos las películas violentas, aunque les dejamos ver las noticias con las imágenes de la guerra de Iraq y Afganistán. Les pedimos tolerancia con otras razas y religiones, pero les dejamos que vean los sucesos entre Israel y Palestina. No les dejamos comer chucherías porque son malas para el estomago, pero les damos refrescos llenos de aditivos y azúcar, comida basura y bollería industrial para que estén entretenidos. Ahora tienen acceso a la red de redes para que estudien, pero no controlamos las horas que se pasan en un chat. Y ya no sólo eso. Miles de niñas tienen que abortar cada año por la falta de información y facilidades para practicar el sexo seguro. Si vemos que ya están follando a su edad, al menos, quitemosle el velo de tabú al tema y ayudemos a que tengan acceso a condones. Veréis como así evitamos algunos embarazos y enfermedades. Pasa lo mismo con el alcohol o el tabaco. No animo a que los padres se vayan de borrachera con los hijos, pero hacerles ver como el padre pasa una media de tres horas diarias en el bar, bebiendo chatos o quintos, más las horas que se pase lo fines de semana, no ayuda.

Y ¿Cuál es la solución? Pasar más tiempo con ellos, que los padres y hermanos mayores seamos los que les enseñemos lo que tienen que aprender, lo que está bien y lo que no. Hay que dejar de confundir la libertad con el libertinaje, lo práctico de lo saludable, porque, a fin de cuentas, ellos serán el ejemplo para la siguiente generación, y si ya van con la moral podrida…

Si esa niña hubiera estado en su casa a esas horas, eso no habría pasado.

1 comentarios:

Mónik dijo...

mu wena teoria!!
aqi tendriamos qe tener en cuenta uno de tus dixos, por eso qe has comentado de los padres...
y el dixo dice lo sigiente: tu haz lo que yo te diga y no hagas lo que yo haga, no??
pero cuando dices esto, se te olvida el punto clave, de que parte de la enseñanza, viene dada por el ejemplo...
Y con el ejemplo que está dando la juventud de oy en dia, me alegraré de no star aqi pa ver lo que pasa con el mundo a partir de aora...