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16 diciembre 2011

Ocho minutos

Tengo ocho minutos para ducharme, vestirme, hacerme el café y volver a mi jaula. Abro el grifo de la ducha sabiendo que el café tendrá que esperar a cuando llegue a mi jaula. Llevo no sé ya ni cuantos días seguidos sin comer decentemente. Empiezo a notar como este cuerpo que me sirve de envase se debilita, y realmente me importa poco menos que nada. El agua empieza a caer sobre mí. Sé que está caliente pero no lo noto. El patrón en el que llevo viviendo desde hace ya tiempo me recuerda que hoy estaré una hora más en la jaula. Hay cena de empresa así que he preferido quedarme quieto y solo para no verme obligado a comer y sonreír. Me dan asco. Me visto de forma autómata, sin fijarme en lo que llevo puesto. Otra vez los mismos tejanos y el polo de dardos. No me queda bien, pero nadie se fijará, lo sá. Me pongo la chaqueta, cojo el tabaco, mi fiel compañero, y salgo de casa. Al entrar en el metro el fuerte viento me despeina. Que rabia me da, mañana me corto el pelo. Lo vuelvo a pensar otra vez, como durante todos los putos días de este jodido mes de diciembre, pero se que no lo haré. Es mi manera de llevarme la contraria. Sigo vació. Entro en el último vagón, como siempre. Sé que no presto atención a nada, mi envase sabe lo que debe hacer. Miro a mi alrededor y solo veo parásitos. Me duele la cabeza y estoy cansado. Otra vez la choni del metro y los mismos viejos. Solo tengo ganas de verlos morir. Ya no me pregunto porque estoy así, he decidido que prefiero disfrutar de este odio que me emana. Y ya en Diagonal, se me pone al lado la típica puta pija con su iPad. Gilipollas. Otra fashion victim. Me dan ganas de degollarla y ver como su sangre chorrea por su cuello y cae en su mierda de iPad. Se libra porque me siento débil. Dos paradas y llego. Maldita necesidad de dinero para tener donde esconderme. Quiero irme, yo no soy de aquí, no pertenezco a este mundo. Vuelvo a tener callos en la punta de los dedos de la mano izquierda. Puta guitarra. No se porqué me empeño, ya no me gusta. Me los muerdo para arrancármelos. Me divierte. Me veo reflejado en los cristales. Tengo mala cara. Sera de llevar tantos días sin descansar. Ya no duermo, no quiero soñar. Eso es para los débiles de espíritu. Yo no tengo, así que no necesito soñar. Llego a mi parada. Sigo andando sin mirar, mis piernas ya saben el camino. Llevo casi año y medio haciendo lo mismo. Ducha, café, metro, jaula, cama. Odio a los viejos que se ponen en medio y no dejan pasar. Son lentos, hacen que me pare. Y no quiero pararme. Salgo y miro al cielo. Me gusta este gris. Voy con el polo de manga corta, me he quitado la chaqueta. Se que hace frio pero tengo calor. Estoy quemándome por dentro. Será la rabia contenida. O quizá que mi envase empieza a corromperse. Me da igual. Llego a mi jaula. Tarde otra vez. Subo los siete pisos en el ascensor y enciendo mi ordenador. Mientras se enciende, bajo a por mi café. Subo de nuevo. Me siento. Y miro la pantalla. No se porque he escrito esto si nadie lo va a leer. Nadie me ve. No existo. Porque estoy muerto.

1 comentarios:

Yomisma dijo...

Alguien lo leerá...