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07 noviembre 2011

Trocitos de Alma (I)

- Ya va siendo hora de que hagas algo con tu vida, Fran. No puedes seguir en este plan. - me reprochaba Jose desde el otro lado de la mesa. - Se te rien en tu cara y tú ahí, sin hacer nada.
- Jose tiene razón. - Apuntó Mónica.

Ya sabía que no iba bien por donde iba, que todo acabaría por explotar, tarde o temprano, pero supongo que siempre he tenido la esperanza de que todo se arreglara por sí solo. Con 28 años y muchas cosas vividas, seguía teniendo problemas en las relaciones sentimentales; no había manera de dar con alguien con quien poder tener una relación estable. Las últimas no habían sido unas santas que digamos y el haber tocado fondo definitivamente, me había hecho plantearme seriamente una temporada de claustro sentimental voluntario. Siempre había sido un chico que no había tenido problemas para tener una pareja. Solía estar menos de dos meses entre pareja y pareja y, aunque prefería las relaciones estables y duraderas, no se me daba mal el ligoteo de una noche.

Así que me vi, de manera semi involuntaria e inesperada, recluido en mi mismo para poder superar todas las relaciones pasadas. A medida que pasaba el tiempo, me notaba como si fuera perdiendo esa capacidad de relacionarme con la sociedad, como si cada vez fuera más difícil salir a conocer gente. Supongo que por eso, y porque no tenía trabajo, decidí irme a la gran ciudad, a probar suerte con una nueva vida. Conseguí reunir algo de dinero y me lancé a la aventura. Nunca olvidaré como comenzó todo.

La mudanza me sirvió para poder desacerme de cosas que no me iban a servir para otra cosa que seguir cargándome con lastres del pasado. Me harté a llorar en mi habitación mientras la iba haciendo mía. Sabía que los próximos meses esa habiación iba a ser mi mundo, mi burbuja y mi única compañera.

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